Nada nuevo bajo la luna llena

«El hombre lobo» de Joe Johnston es una nueva reposición del legendario mito del licántropo que se estrena hoy en Argentina. Benicio del Toro y Anthony Hopkins encabezan el gran elenco de un film que no colma las expectativas.

Foto UIP

La fábula del hombre que se convierte en lobo y sale a matar las noches de luna llena es un lugar visitado y revisitado por el cine. La primera versión data de 1935 aunque una de las mas recordadas de la historia es aquélla con Lon Chaney Jr. estrenada en 1941.

En «El hombre lobo, la leyenda ha cobrado vida» de Joe Johnston que se estrena hoy en Argentina, el protagonista es Lawrence Talbot (Benicio del Toro), un actor aristócrata que regresa a su lóbrega casa familiar luego de enterarse que su hermano fue brutalmente asesinado.

El reencuentro con su padre Sir John Talbot (Anthony Hopkins) es extraño y despierta en Lawrence el recuerdo de su infancia signada por la memoria del asesinato de su madre y su traumática internación en un neuropsiquiátrico.

Lawrence inicia una relación amorosa con Gwen Conliffe (Emily Blunt) la ex prometida de su hermano. Pero durante la busqueda del asesino es mordido por una bestia salvaje que atemoriza a toda la aldea de Blackmoor y la que suponen a esta altura, también mató a su hermano. Su recuperación es instantánea, pero poco tarda en darse cuenta que algo en su cuerpo cambió con el ataque.

Esa nueva versión escrita por Andrew Kevin Walker está basada en el libreto original de aquélla de 1941 de Curt Siodmark. «Quisimos rendir homenaje a este filme clásico y a la actuación de Henry Hull en «El Hombre Lobo de Londres de 1935.” explica Benicio Del Toro, que además de actuar también es productor del film.

Con grandes actores como el propio Benicio del Toro, Anthony Hopkins, Emily Blunt, Hugo Weaving y una participación de Geraldine Chaplin en el elenco, la película no parece tener mas afán que la de mostrar la clásica historia renovada solamente en el carácter tecnológico de sus efectos especiales.

No se extrañe si a la salida del cine, despues de ver la del licántropo, siente que acaba de ver una mezcla de “La leyenda del jinete sin cabeza” con “Sweeney Todd”, ambas películas de Tim Burton.

«El hombre lobo» es muy parecida en cuanto a lo formal, a lo visual y al uso de la cámara, con las dos mencionadas anteriormente.

Y esto no es nada casual. Andrew Kevin Walker guionista de «El hombre Lobo» también escribió el guion de la película del decapitado que vuelve de la muerte por su cabeza. Además, la música está realizada por el prolífico Danny Elfman, preferido de Tim Burton para la musicalización de sus films.

En los créditos de «El Hombre Lobo» también aparece como diseñador de producción, rol clave en el sistema de producción norteamericano, Rick Heindricks, quien ganó un Oscar por «La Leyenda del Jinete sin Cabeza» y trabajó junto a Burton además en «El planeta de los Simios».

Pero Joe Johnston definitivamente no es Tim Burton ni se le acerca y sus credenciales apenas llegan a las olvidables Jurassic Park III y Océano de Fuego.

Será por esto que esta nueva versión no llega a poner los pelos de punta ni propone un enfoque realmente novedoso en la historia, aunque tenga mucha acción y suspenso trabajados con algo de efectividad.

Sweeney Todd, de Tim Burton

En este filme el espectador tendrá ante sí un combo que incluye fantasía, vértigo y la combinación de recursos provenientes de diversos géneros y soportes como sólo el director de ‘El joven manos de tijera’ puede amalgamar.

La película está basada en el musical ganador del Premio Tony, “Sweeney Todd El Barbero Demoníaco de la Calle Fleet” de Stephen Sondheim y Hugh Wheeler. El musical, a su vez, está inspirado en una historia publicada en el diario «The people periodical», en el Londres del siglo XVIII, que tomó carácter de leyenda urbana.

En todos los casos, el espectador se ve transportado a un oscuro Londres, plagado de hambre y escasez, donde el barbero Sweeny Todd quiere vengar 15 años de exilio, que le ha aplicado, adrede, el juez Turpin, para quedarse con su mujer y su hija, a la que tiene virtualmente secuestrada. En su regreso del destierro, Sweeney conoce a una mujer, la Sra Lovett, que será su complice y enamorada.

Sweeny, enceguecido de venganza, comenzará a cometer asesinatos seriales, en compañía de Lovett. Para ocultar los cuerpos, deciden procesarlos y vender empanadas de carne, o “pasteles”, a los clientes de la taberna de la Sra. Lovett.

El proyecto del film no estaba pensado para Tim Burton, ni nació de su puño y letra. Sin embargo, cuando el guión llegó a sus manos, los productores supieron que sería él quien lo llevaría a buen puerto. Es que Burton -detectaron enseguida-era el garante de las situaciones e imágenenes fantásticas con aire melancólico necesarias para llevar al cine la sangrienta historia que cuenta el musical.

El reparto incluye a Johnny Deep (Benjamín Barker/Sweeney todd, nominado al Oscar al Mejor Arctor), Helena Bonham Carter (Sra. Lovett), Alan Rickman (Juez Turpin) y Timothy Spall (Beadle Bamford) y Sacha «Borat» Baron Cohen (Pirelli).

Al poder visual de los movimientos de cámara (entran y salen por donde quieren y vuelan como una gaviota hacia los sueños y recuerdos de los personajes) y al trabajo del realizador de escenografía Dante Ferreti, verdadero factotum del clima de esa Londres virulenta, se le suma la elección y preferencia del director por la estética aggiornada de los film de terror clase B con los que se crió, con películas como El hijo de Frankenstein y actores como Boris Karloff.

Como buen dibujante y director de arte, Burton vuelve a mostrar su gusto por la combinación y los contrastes de color. El ensamblaje en la imagen de todos estos elementos es, además, muy influenciado, en este caso, por el Comic, aunque no llega al nivel estético de SinCity, el film de Frank Miller y Robert Rodriguez, que marcó todo un parámetro en el aprovechamiento cinematógrafico del genero.

Con la música especialmente adaptada de la obra musical por Stephen Sondheim, que le da el marco, las canciones interpretadas por los mismos actores, que hace progresar la acción, se imprime al relato un ritmo vertiginoso que no cesa hasta que aparecen los tìtulos finales.